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domingo, 24 de octubre de 2010

Sin condiciones

Si tuerces las horas

para no sentirme

y lloras cara a otra pared

que no sea mi mente,

si te escondes por los rincones

de los caminos por los que yo camino,

si te sientas y miras por las ventanas

donde mi sueño no aparece.

Quizá es que estás en otro mundo,

en otro bosque tocando tu violín,

cantando tu canción,

esa música que envuelve

y dibuja ramas que me susurran: vente.

Si vives dando golpecitos a mis sienes,

dejando tus piedrecillas de risa

para que no me pierda,

si oyes las pisadas de mi alma

como un gato que te acompaña,

si acomodas tus risas para que me acojan,

si levitas caminando por Irlanda,

si sueñas, amor, si sueñas…

Quizá es que tu mano me recoge

en un murmullo de aire,

y me lleva despacio a sentir tu lado

de bruja traviesa que sabe que lo que no existe

es sólo el hueco vacío que una palabra tuya

está a punto de inventarme.

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lunes, 30 de noviembre de 2009

El día que soñé con Hilary Hahn

 

Me llamo Godofredo Ros y desde el día en que me abandonaron en un contenedor, apenas recién nacido, siempre he tenido una atracción especial por la música. Al principio, en los largos días de aquella infancia, cualquier ruido callejero me sumía en una especie de trance en el que mis sentidos rasgaban mi interior y una melancolía anegada de lágrimas sin derramar me ahogaba hasta no ver, ni saber. En esos momentos la vida me dolía con otro tipo de dolor, tan intenso y tan vivo que me hacía sentirme bien. Era una paradoja.

Sentía gran predilección por los bocinazos de los coches y cuando me escapé del orfanato me agencié una caja de limpia y me aseguré el cruce de calles con mayor tráfico rodado de Lisboa. Sin pensarlo había unido dos actividades que me llevarían por todo el mundo en busca de ese dolor que me hacía feliz. Aprendí a distinguir tonos y notas, tiempos y silencios, entre los ruidos que se iban acoplando formando melodías y risas de la gente al pasar y cada una de las caras de los transeúntes era una corchea o una semifusa, cada boca vocalizaba silencios que llenaban mis melancolías amontonadas de años y más abandonos y tantos olvidos. También aprendí a mirar a la gente desde abajo hasta arriba.

Un día de muchas ciudades después oí una bocina que me rasgó el corazón y me cosquilleó desde la nuca a la punta de los pies, hasta hacerme dejar la caja y un zapato, con su pie dentro, a medio limpiar. Estábamos en la plaza del viejo ayuntamiento de Praga y aquel maravilloso ruido venía de alguna calle atrás, de algunos siglos antes sin parar de estirar el aire y el tiempo y el mundo con un sonido que de pronto vi atravesando toda mi existencia, un hilo de oro que venía desde los futuros y me ataba, me giraba y por un momento supe que la melancolía se había ido cuando en la plaza Malé Námësti la vi.

La mujer llevaba puestas unas botas marrones de ante. A mitad pantorrilla emergían unos estrechos vaqueros y un grueso jersey de lana blanca abrazaba sus caderas y su cuerpo y su cuello como yo soñé para siempre desde ese mismo momento. En la plaza no había coches ni ruidos, sólo la música de su violín acostado en su mejilla. Su rostro y su pelo y sus ojos me hicieron feliz nada más verlos. Tan feliz que casi no podía soportar el dolor. Era otra paradoja.

Muchos días después supe que aquel sonido maravilloso que la muchacha irradiaba era una composición de un tal Bach. Supe también que la música es otra clase de ruido, de familia bien, y que ella se llamaba Hilary y besaba dulce y sin prisas ni billetes de por medio. Supe que si cerraba los ojos la veía y que si pensaba en ella me hablaba y ya no había melancolía porque ella y su música llenaron cada día y los meses viviendo juntos en una pequeña habitación de la calle Retëzová, justo al lado del café Mommartre, donde ella tocaba su violín por las noches para que la gente se enamorara y olvidara por un rato que el amor nunca se queda a escuchar. Yo bebía becherovka hasta que todo se me desdibujaba alrededor de su música y su cuerpo.

Cuando terminaba su trabajo paseábamos por la ciudad vieja. Ateridos de frío nos abrazábamos hasta que el calor nos humedecía y volvíamos con prisa a la habitación para follar despacio y contarnos viejas historias imposibles que los dos creíamos entre risas y miradas húmedas que nos enganchaban otra vez a que quizá el futuro sí que podía ser.

Por las mañanas ella practicaba con el violín y yo me quedaba en un rincón, abrazado a mi caja de limpia, con los ojos cerrados y pidiendo por favor que no acabara la música, que no dejara nunca de sonar aquel violín, aquel amor. Tenía tanto miedo de que todo fuera un delirio que no me atrevía a abrir los ojos hasta que su mano no venía a socorrerme, a acariciarme, a traerme al mundo de los sueños.

Un día la música cesó.

 

Más información:

http://www.hilaryhahn.com/

http://es.wikipedia.org/wiki/Hilary_Hahn

http://www.lastfm.es/music/Hilary+Hahn

http://www.classissima.com/spa/people/Hilary_Hahn

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miércoles, 22 de julio de 2009

Déjà vu

La luz roja se iluminó y a Zac le entró hambre. Mucha hambre, como siempre; aunque Zac no pudiera entender lo que era siempre, ni siquiera imaginarlo. Se dirigió con pasos ansiosos hacia la puerta roja y traspasó el umbral a la vez que las aletillas de su nariz se abrían de par en par para saludar al aroma que por primera vez le invadía provocándole una desconocida y agradable sensación de jugos gástricos en el estómago. Se tragó su ración en dos bocados y al momento (pero tampoco podría entender qué era al momento) ya no recordaba haber comido ni siquiera haber vivido o haber sido. Sólo intuía el signo grabado en su frente: era lo que él era, su identidad.

Salió de nuevo al pasillo y continuó su camino rodeado de cientos como él, aunque cada uno con un signo diferente en la frente. Eran muchos, miles o más quizá, andando apretujados por los angostos pasadizos que giraban y se cruzaban en la oscuridad sin parecer llevar a ningún sitio. Eran muchos y todos vestían igual y andaban igual y miraban igual, pero no se hablaban ni se conocían ni sabían quienes eran. Sólo andaban esperando la próxima luz (esperando era algo que tampoco podrían comprender).

La luz verde iluminó sus rostros y Zac se abrió paso hacia una inmensa nave donde estaban dispuestos en filas cientos de asientos frente a una cadena de montaje sin fin. Se sentó en el mismo asiento en el que lo hacía cada vez que la luz verde le guiaba (pero él esto no podría saberlo) y comenzó su trabajo. Consistía en insertar signos en la frente de caras hechas de un material que podríamos llamar piel. En cada sesión de trabajo montaba tres mil quinientos signos diferentes sobre tres mil quinientas caras iguales. En esta ocasión, cuando llegó a la cara número dos mil novecientos siete, durante una milésima de segundo algo ocurrió y a la milésima siguiente, por primera vez en la vida, Zac tuvo un recuerdo que al instante se convirtió en pensamiento: esa cara ya la había visto antes.

Pero la cinta sin fin no tenía fin y tuvo que seguir insertando signos hasta que la luz se volvió azul y todos se levantaron al mismo tiempo y caminaron deprisa de vuelta a los pasillos de vuelta a sus dormitorios porque la luz azul significaba dormir y aunque Zac (pero él no podría saber por qué) por primera vez caminaba un paso detrás de los otros, llegó a su catre y sin saberlo se acurrucó en la postura de dormir y no se durmió por primera vez en su vida sino que se sorprendió al sentirse pensando y no ver iluminada ninguna luz blanca que significaba pensar.

Pasaron minutos y horas bañados con la luz azul, pero Zac continuó todo el tiempo con sus ojos abiertos debajo de sus párpados cerrados, con su primer recuerdo guardado en los rasgos de aquella cara que él ya había visto y ya eran dos pensamientos casi tres y se convirtieron en un desfile de pensamientos desenmadejando el ovillo de su vida que no era otra cosa que sus recuerdos.

Recordó la hora anterior, la cinta sin fin, la cara reconocida, la comida y la luz roja, el momento anterior y todos los momentos iguales anteriores hasta la primera vez que vio aquella cara tan repetida ahora que la recordaba, hasta un poco más allá, mucho más allá, cuando él no tenía aún aquella cara ni el signo en su frente, cuando él era un niño y jugaba a ser niño y a reír y quizá no se llamaba Zac sino Alejandro hasta que cumplió siete años y lo llevaron a adiestramiento y perdió su nombre y su memoria y quizá cumplió dieciocho años y le pusieron su nueva cara y su signo en la frente.

Siguió en vela todo el tiempo azul y siguió recordando cuando la luz cambió a violeta que significaba olvido para no recordar los sueños del sueño y todos se levantaron y él los seguía un paso detrás mientras recordaba lo poco que tenía para recordar después de toda una vida de sólo colores que no dejaban lugar a nada que pensar. Se encendió el negro y jugó a jugar, se encendió el rojo y el verde de nuevo, se encendió el amarillo hasta que eyaculó, luego el azul y todos los demás se fueron convirtiendo en momentos tras momentos que nadie más que él podría recordar como recordaba cada segundo aquella cara que una vez reconoció.

Se encendió el blanco y Zac pensó una historia para contar.

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jueves, 16 de julio de 2009

Exhibiciones y roturas

La entrada al parque de las buenas personas era gratuita. Todos los domingos por la mañana, pero también sábados y cualquier festivo, el recinto se llenaba de familias avitualladas hasta las cejas de los más variados tipos de comestibles y chucherías. Los niños, en especial los que acudían por primera vez, hocicaban nerviosos intentando adelantar con el olor lo que sería su primer avistamiento de una buena persona.

Para mí no era ningún espectáculo. Llevaba más de cinco años contemplando las mismas escenas, las mismas caras complacidas de una excursión que perdía su sentido desde el primer momento en que el visitante había tenido la idea de ser visitante. Mi trabajo no era sencillo, pero de tanto repetirlo se había convertido en algo que no era capaz de explicar. Simplemente lo hacía. Durante las seis horas que permanecía estático en mi urna, contemplando sin mirar a los cientos de estúpidos que se quedaban tan estáticos como yo, intentando hacerse mimos de mí mismo, mi cabeza estaba tan vacía como lo estaba mi vida el resto de las horas que mimaba el culo de alguna botella en algún tugurio del puerto donde las personas ya hacía mucho que habían dejado de ser buenas o malas o personas.

Muchos de ellos sólo venían para joder. No eran tan tontos. Sabían que lo de las buenas personas era un camelo tan grande como la llegada del hombre a la luna. Se traían preguntillas escritas para ver si caía en alguna, para ver si me afloraba la mala leche que seguramente los niños ya habían olido desde la entrada. No había peligro de que nada pasara, yo estaba muerto y mis respuestas estaban tan muertas como sus preguntas. Era fácil ser buena persona. El trabajo no estaba tan mal aunque de repente me picaran los huevos y no me pudiera rascar. Algunos directamente me insultaban e incluso me echaban las corfas de las pipas arropados por las risas apenas disimuladas de sus progenitores. Putos bobos de domingo.

Ese día me había tocado el papel de buena persona sin suerte y me habían vestido de mendigo con una pierna rota y una sonrisa un poco gilipollas de estar pidiendo que me rompieran la otra. Como era la misma sonrisa que se me ponía en cuanto me bebía tres vinos no me costó nada entrar en el personaje y así estaba tan a gusto cuando de pronto vi su cara delante de mí mirándome sin verme. Habían pasado casi siete años desde que me prometió que nunca me dejaría el día antes de dejarme, desde que me dijo ahogándose en llanto que ella era una buena persona y hacía lo que tenía que hacer porque no podía más, desde que me juró por sus hijos, que se murieran si no, que yo era su único amante y yo la creí hasta que la vi con su otro amante. Habían pasado siete años desde que dejé de creer en las buenas personas.

No me reconoció porque nunca en su vida me había reconocido, sólo me miró como miraba ella las cosas que le daban pena y a mí me dio mucha pena verla y tampoco reconocerla porque ya no era ella, no era su sonrisa sus ojos su boca sus nubes azules y esa forma que tenía de enamorar por sentirse enamorar. Estaba mayor y el pliegue de sus labios se había hecho duro donde antes era comprensión, su gesto estaba encorvado hacía dentro cuando antes era una mano tendida a la caricia. Me puse a temblar de rabia. No podía soportar que esa que tenía delante de mí hubiera suplantado a aquella con la que yo podía pasear del brazo mientras me susurraba canciones que hablaban de nosotros. No podía soportar que se hubiera plantado delante de mí sólo para romperme la urna donde descansaba la otra, aquella mujer que me mentía para hacerme feliz. El sudor se me convirtió en sangre al primer golpe que le di a los cristales que saltaron hechos añicos y mis siete años de perderla murieron agarrados a mis dedos apretando su cuello. Ella no murió, yo creo que tampoco, pero ya nada fue lo mismo, sólo la risa gilipollas de los espectadores satisfechos al fin de desenmascarar a una buena persona y luego el vino.



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sábado, 6 de junio de 2009

Playing for change (two)

Hace algunos meses os hablé del proyecto que Mark Johnson viene desarrollando desde que en marzo de 2005 comenzó a grabar la canción Stand by Me en una calle de Santa Mónica, California. El proyecto se llamó Playing for Change (tocando por el cambio, lo que nos lleva del sentido primario de cambio (lo suelto, las monedas que nos sobran) a otro sentido más conceptual: el cambio de un mundo lleno de violencia, exclusión y diferencia a otro en el que todos los humanos puedan tener la misma paz, las mismas posibilidades, una igualdad construida por la unión de lo diferente.

El primer artista callejero que participó fue Roger Ridley. A él le siguieron multitud de artistas y multitud de lugares a los que Mark Johnson y su equipo acudían con un estudio de grabación móvil que no tenía nada que envidiar a cualquier estudio fijo. Así, desde California a Barcelona, desde Jerusalem a Ghana, fue tomando forma esta idea tan especial que Mark tuvo hace diez años viajando en un metro de Nueva York. La repercusión en la red ha sido extraordinaria, un perfecto ejemplo de marketing viral y de cómo el futuro de cualquier cambio pasa por los medios.

El proyecto se ha convertido en una producción que abarca la grabación de cds y dvds para su venta, también se están empezando a organizar conciertos y actuaciones en directo (hoy mismo estaba anunciado un concierto en Second Life). Para gestionar esto, en 2007 se creó la Playing for Change Foundation, corporación de no provecho que a principios de 2008 fue complementada con otra entidad, Timeless Media, ésta sí con objeto de obtener beneficios y que, a su vez, acaba de formar una joint venture con Concord Music Group con el propósito de brindar sus productos al mayor número posible de gente. Esperemos que el objetivo primero (extender la paz y la igualdad a través de la música, invertir lo recaudado entre los músicos y crear escuelas musicales en los barrios perdidos del mundo) no se diluya entre los circuitos empresariales.

Inserto a continuación un nuevo video (mejor verlo en pantalla completa) de Songs around the world. Se trata del cover de One Love, de Bob Marley, profeta y reencarnación de Haile Selassie, único dios en el que yo he podido creer en mi vida, aunque siempre sucediera de forma transitoria y sujeta a condiciones sensoriales especiales. También inserto una entrevista que hace poco le hicieron a Mark Johnson en el programa Asuntos Propios de RNE.



Más información:

Playing for Change:

http://www.playingforchange.com/

http://www.youtube.com/user/PlayingForChange

http://www.playingforchange.org/

Bob Marley:

http://web.bobmarley.com/index.jsp

http://es.wikipedia.org/wiki/Bob_Marley

http://www.bob-marley.es/

Haile Selassie I:

http://es.wikipedia.org/wiki/Haile_Selassie

http://es.wikipedia.org/wiki/Movimiento_rastafari

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martes, 12 de mayo de 2009

Antonio Vega

No sé si se puede ser un muerto ejemplar, pero si yo pudiera elegir el muerto que quiero ser creo que Antonio Vega sería un buen referente. A él se le murió la chica del ayer y a todos se nos ha muerto alguien cada día mientras jugábamos a que vivíamos. Ahora vendrán los homenajes y los recuerdos, las biografías y las buenas palabras, pero a algunos nos sigue gustando más la gente que no se salva. Yo de él me quedo con esta canción:


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miércoles, 15 de abril de 2009

A destiempo

Quería cambiarse de casa para ver si eso era cambiarse de cara o de alma o sólo de esquina de estar mirando las cosas que pasan por fuera mientras la lejía corre por todas las venas o los recuerdos. Él siempre vivía después de tocar vivir, siempre era viejo para lo que hacía, siempre llegaba unos segundos o unas horas o unos años después de haberlo soñado. Y la cosa sucedía y él estaba pensando en lo siguiente que debería haber vivido y aún no. Una pesadilla. Conoció a su primer amor exactamente quince años y tres días después de haberla amado con toda su vida, después de haber imaginado hasta tatuarlo cada rasgo del sentimiento que se le proyectaba en la pared oscura de su cuarto de dormir. Perdió a su primer amor exactamente quince años y tres días después de haber tenido en la huella de los labios la frase: "Si esto es vivir, contigo me vale."
Habían pasado años desde entonces y ya aquel amor no era dolor, pero seguía sorprendiéndole por algunas madrugadas. Llovía en la calle y Arturo terminó lentamente su cigarro. Llevaba años intentando dejar de fumar y de pensar, pero era imposible, ambas cosas iban unidas. Cruzó la calle bajo la lluvia y el semáforo en rojo y se cobijó bajo una cornisa donde ya se cobijaba un tipo, un negro culebrón de estos que llevan el son bajo los párpados y la navaja escondida en algún lugar de lo que fue su alma. Aprovechó para pedirle fuego y se hicieron brothers al poco; se fueron caminando bajo la lluvia y entraron en un after que ya estaba cerrado. Allí bebieron alcohol del malo y siguieron fumando. Hablaron. Los dos habían perdido las mismas cosas y tampoco nada había sido mejor tras ello. Hablaron. El negro había nacido en Sevilla, pero no tenía acento. Él había nacido en Lisboa, pero no sabía de sus padres ni tampoco estaba seguro de llamarse Arturo. Llegó tarde. O la conoció tarde, da igual. El negro le contó de un tren que salía a las ocho de la mañana. Le enseñó dos billetes. Le faltaba un viajero, seguramente una mujer. El negro cantaba seguiriyas de Triana. Lo hacía muy bien. Arturo, o como coño se llamara, fingía escucharle cantar mientras seguía pensando años atrás. Siempre a destiempo. Siempre el despienso.
Después del primer amor llegaron las desamantes a quererlo hasta pudrirlo, a usarlo y tirarlo al compás de cualquier colilla de extralargo rubio blend. Siempre se supo enamorado cuando ellas ya no estaban, cada vez se vio engañado cuando el engaño había pasado. Siempre llegaba tarde a llegar tarde. El negro dejó de cantar y empezó a hablar sin parar. Por suerte Arturo sólo tenía una certeza. No la certeza incumplida de cada noche, ahora tenía la certeza de poder llegar a tiempo una puta vez en su vida. Eran las 6'45 de la mañana. En el after sonaba una vez tras otra el "my way" de “la voz”, pero Arturo llevaba años oyendo la misma canción de Sabina. Las putas iban y venían alrededor de los dos hombres sin el menor asomo de atención por parte de estos. El humo parecía un atardecer y los dos tíos se besaron mientras tanto, pero el negro dictó precio y acababa de morir. A destiempo. Arturo no había besado nunca a ningún hombre y menos a un negro ni tampoco había matado a negro alguno, pensó, ni a ningún hombre, quiso recordar. No supo si le gustó, se dio cuenta, pero tampoco era tan grave con tal de llegar a la estación. Se sabía tan viejo que se sintió feliz a destiempo.
Cuando salieron del after la noche ya no existía y Sinatra seguía con voz de Sabina, las aceras eran siempre las mismas, los días no pasaban más que después de tres noches y el tráfico despertaba entre charcos y luces de cafeterías que servían aguardiente a los obreros de la construcción. Le apetecía comerse un huevo duro con un buen café y esperar la hora de dormir, pero siguió caminando al lado del negro bujarrón, pasito a pasito desandando los sueños hasta la estación donde seguían las mismas putas de hacía quince años, los mismos amores colgados del andén esperando el sueño de la mañana, los sueños aquellos tan mentira. Y rió a carcajadas y como no sabía como explicarlo le contó al negro un chiste de putas negras y el negro se rió, idiota, por reírse porque seguro que no entendía nada aunque cantara como Camarón y le metiera mano a la bragueta y Arturo creyera verle el diente de plata que cantaba hacía mucho aquella orquesta de ese nombre.
Todavía quedaba mucho para que el tren saliera y el negro se hacía el remolón, esperando quizás a que de pronto apareciera la mulata y estuviera aún a tiempo de cambiar el menú, pero los relojes de las estaciones nunca mienten y los trenes siempre han sido más fieles que algunas mujeres, así que los dos subieron sin equipaje, tan viejos, tan tarde, tan cutre la vida por detrás y por delante, y se acomodaron contrabrazados a sí mismos, olvidados ya en cada traviesa de sí y del otro, esperando que la borrachera les borrara la mañana o el sol y les enturbiara hasta la noche.
Arturo agarró con fuerza la polla del negro y le rebuscó hasta encontrar la navaja entre sus entrañas. Sabía que quería matarlo y no sabía por qué, pero estaba tan cansado, llegaba ya a todo tan tarde, que el sueño se hizo negro y abrazo y pensar mañana, mañana lo mato en Sevilla, mañana lo mato. Y al día siguiente la noche llegó como siempre demasiado tarde y aunque Arturo nunca llegó a querer al negro ni dejó de fumar ni de pensar en el pasado, se sentía un poco mejor cuando sentía su abrazo.

(Para ilustrar el relato iba a poner a Camarón cantando siguiriyas de Triana, también he pensado en poner algún video con “Pedro el Navaja” con la Orquesta Platería o con Rubén Blades…Y al final he encontrado este video de la gran Amy que contiene el espíritu de aquellos dos y añade el tono que yo le quería dar al relato. Como mis palabras no alcanzan a conseguirlo, permitirme que me ayude con el desgarro sobreviviente de esta mujer enterrando su corazón)


(El video es impecablemente bello, la canción impecablemente Amy. Como siempre que se puede, se recomienda ver a pantalla completa y alta definición.

Más información:

http://www.amywinehouse.co.uk/

http://es.wikipedia.org/wiki/Amy_Winehouse)

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martes, 13 de enero de 2009

Música para el cambio

Si le pusiéramos a estas imágenes algunas botellas de coca-cola estaríamos ante un buen anuncio al uso, pero, afortunadamente, en este video sólo vemos cantantes callejeros que cantan la misma canción en diferentes partes del mundo. Se trata de una buena producción de una organización llamada Playing for Change, que pretende eso, que algo cambie, la guerra por la paz, utilizando la música para ello. Podéis informaos mejor en www.playingforchange.com. La canción es Stand by me. Os va a gustar.


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lunes, 1 de diciembre de 2008

Regalos y ausencias




Es curioso como con el paso del tiempo, entrepuertas y escaleras, vamos incorporando pequeñas cosas a nuestra vida que se van convirtiendo en grandes. Leemos historias que nunca nos abandonarán más, conocemos gente que aunque sí nos abandonará, se quedará con nosotros quizás sin saberlo. Adquirimos costumbres insospechadas tiempo atrás, desde abrazar el Islam a pedir el descafeinado de sobre en vez del de máquina y algunos, incluso, llegan a terminar, por una vez, su primera colección de fascículos, después de haber comenzado mil y una septiembre tras septiembre movidos por un pasajero propósito de regeneración otoñal. Vamos llenándonos de esos pequeños recuerdos que se convierten en el espíritu del que nos los ha regalado, ocupándonos de nuevo por unos momentos y dejándonos la satisfacción, quizás diría mejor la tranquilidad, de que su presencia, aún en su ausencia, sigue haciéndonos bien. Uno de estos regalos es la canción que os pongo a continuación. Guardarla para cuando pase el tiempo. Seguro que la conocéis. Es Eternal Flame, de las Bangles. Tengo otra versión, grabada en un casero karaoke, que me gustaría que alguien recordara. Pero no me atrevo a ponerla. Aún.
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sábado, 1 de marzo de 2008

Exclusas y fluidas


Bueno, esto funciona. Os explico. Se trata de un invento para compartir nuestra música sin necesidad de vernos las caras ni frotarnos las orejas. Tenéis que pulsar en el aparatito que sale a la derecha (de la pantalla) y allí podéis escuchar la música ya sea en las play list que yo voy poniendo o de diversas formas que dejo a vuestra intuición el averiguar porque en estos momentos de la mañana no me apetece nada, nada explicar... Pero es fácil. También podéis ir a la página donde he subido la música y verla en detalle. También podéis hacer vosotros lo mismo que yo he hecho y así tendremos mucha más música. Yo continuaré subiendo. Hay una cosa que creo que no se puede hacer (aparte de copiarla, claro) y es clasificarla por géneros, cosa que vendría muy bien. Bueno Besitos y foto.
Dejo para otro rato contar la historia de un aria, de un anillo, del Ponte Vechio y de una tristeza. Entrepuertas y escaleras es un blog donde la melancolía suspira por su futuro.
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jueves, 28 de febrero de 2008

Excusas y huidas


Bueno, hola, esto no es un blog, es una excusa para publicar mi reproductor de música para que todos aquellos que quieran puedan escucharla. Pero ya puestos, ¿por qué no decir si no puedes callar? También podría poner alguna foto, ¿no? Esto es Entrepuertas y escaleras.




Sí, creo que un día tan señalado como hoy es un buen momento.


Nos seguimos. Besos.
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