En los barrios bajos, cuando un garito cierra al poco tiempo abre otro, a veces en el mismo local, otras veces tres calles más abajo. La fisonomía del barrio va cambiando así poco a poco. Luces rojas por luces azules, toldos a rayas o toldos con publicidad de alguna cerveza. Los traspíes cambian de acera y los zapatos acaban enganchados de nuevo a un taburete recien comprado. El alcohol es el mismo y las gargantas aguardentosas raspan igual. Este garito cerró ya y dentro de poco vendrá la mudanza a llevarse los cuatro trastos que dejamos. Se apagará la luz y las historias, se disolverán vuestros ojos recreándolas con la distancia de recuerdos no vuestros.
Y unas calles más abajo abre un nuevo garito. “mi nombre sin nombre” se llama. Los neones y los espejos están recien puestos, pero aún falta darle el brillo de las ilusiones nuevas y el reflejo del tiempo que las hace andar.
Si os queréis dar una vuelta por allí seréis recibidos con contento y una suave alegría. La dirección es esta: