domingo, 17 de julio de 2011

Exitus

 

Ha llegado el momento. Todo termina. Esto empezó el 28 de febrero de 2008, con la excusa de compartir un reproductor de música. Tras la excusa, como una huida, vinieron las fluidas exclusas, el Ponte Vechio, Il Mio Babbino Caro y la certeza de que la melancolía es siempre la huella de una búsqueda.

Todo es una búsqueda, un señuelo mecánico que corre sin parar a dos palmos de tu nariz para que nunca puedas olerte que siempre pisas tus propios pasos, que nunca vas más allá del círculo medroso que te ata los cordones a los zapatos.

Este blog quería tararear músicas como si fueran los soundtracks de las películas de algún sueño. El sonido se ahogó embutido en trajes del cemento hechos a la medida del revoloteo de palabras que querían migrar hacia aquello que precisamente no decían: ¿por qué el silencio, por qué lo nulo, por qué lo nada?

Las palabras se nos quedaban de par en par en la misma boca del metro, esdrújulas y calladas como destartaladas sílabas sin cola que esnifar, colgadas del palo mayor y puestas a secar igual que tomates al sol. Entonces comprendimos que la melancolía es un papel de celofán que oprime como la asfixia de una bolsa de mercadona en el momento de un orgasmo dentro de un coche aparcado en el paseo marítimo.

Quiso ser un blog gonzo y, como tantas veces pasa,  se disfrazó de rimas y relatos, viajes, paseos y fotos, reseñas y el clima de Ulan Bator, aquellos otros humanos que formando con la nueve entraron en París, Bronwyn, Eternal Flame, Alejandra Pizarnik, una ciega oriental escuchando el Réquiem de Mozart en la Sainte Chapelle, la flexiguridad, la crisis, un hombre hablando frente a una fotocopiadora… y así, como sin darnos cuenta, la ficción fue envolviendo las palabras para que sólo sus silencios hablaran.

Vinieron relatos cogidos de la mano de las cosas que ocurrían. Cada uno de ellos fue alumbrado por una historia que nunca tendrá palabras para ser contada. La melancolía estornudaba fuerte y las letras se iban cayendo de los bolsillos, señalando unos caminos que nunca podremos volver a caminar.

Y ahora nos detenemos aquí, en medio de la nada, oteando sin otero, señalando sin dedos,  mirando sin querer ver. A lo lejos una bruma, como una risotada fantasma, nos estampa su burla en toda la cara, sin dejarnos ninguna huella.

Agregar a marcadores favoritos:
  • Agregar a Technorati
  • Agregar a Del.icio.us
  • Agregar a DiggIt!
  • Agregar a Yahoo!
  • Agregar a Google
  • Agregar a Meneame
  • Agregar a Furl
  • Agregar a Reddit
  • Agregar a Magnolia
  • Agregar a Blinklist
  • Agregar a Blogmarks