jueves, 22 de enero de 2009

Votos, Palestina y muerte

Cuando tomé mi primera comunión me regalaron unos cubiertos de plata, un reloj que no me puse nunca, una propensión a la culpa de la que sólo me libré con muchas más culpas y un maravilloso libro ilustrado llamado “La Biblia contada a los niños” que yo creo que me inició más a las lecturas y a las fábulas que a cualquier historia sagrada.

El libro narraba el Antiguo Testamento, la historia de las 12 tribus de Israel, hijas de Jacob, luchando por la Tierra Prometida. Era tan visual lo que yo leía que podía ver, con mis ojos recién estrenados de niño, rodar hasta el suelo la cabeza de Holofernes y cómo el hercúleo Sansón perdía su fuerza, su dignidad, por una mujer. Como la vida misma.

Desde entonces han venido más lecturas y más historias, pero ninguna me ha dejado grabado tan visualmente esa violencia permitida, tan justificada, que emanaba de cada párrafo de aquella historia fundacional que es la del pueblo judío. ¿Pero qué es el pueblo? Sólo María Ostiz debe saberlo.

Cuando hoy en día veo las imágenes de la masacre que se está llevando a cabo en Palestina las confundo con aquellas imágenes que me invadían leyendo aquel libro, aquella violencia escondida en sus páginas que quería ser razón y sólo era miedo, ojo por ojo. Intento deshacerme de las imágenes antiguas con razones adquiridas, recuerdo la persecución que ha sufrido “ese pueblo” a lo largo de los siglos, su exclusión, su expulsión, su exterminación…, pero sólo me vienen imágenes de una violencia testaruda, altiva y orgullosa. El pueblo elegido por dios ha elegido a unos gobernantes (desde hace muchas décadas) que atormentan y exterminan a otros pueblos (del mismo dios, aunque de otros profetas).

Pienso en las “razones oficiales”: “Nos estamos defendiendo de una organización terrorista que pone en peligro la vida de nuestros ciudadanos”. No dicen que esa organización que ellos, nosotros, tildan de terrorista, Hamas, ha sido elegida en unas elecciones democráticas para ocupar puestos institucionales. No dicen que esa organización lleva años procurando ayudas sociales a sus conciudadanos palestinos, frente a la corrupción imperante en Al Fatah y la situación de cruel estrangulamiento causada por el cercamiento al que Israel somete a los territorios palestinos. No se dice que cuando Hamas ganó las elecciones se llegó a una tregua en la que una de las condiciones era que Israel cesara en su aislamiento y embargo. No se dice que no hay ninguna voluntad de que esta situación se solucione porque todos saben que esta situación no tiene solución.

Desde hace muchos años se han sucedido los acuerdos y hojas de ruta, pero siempre se soslayan cuestiones inamovibles sin las que no es posible solucionar el conflicto: sólo un bienestar económico, un buen nivel de vida, acabaría con las posiciones radicales palestinas en contra del Estado de Israel. ¿Por qué, entonces, se ha dedicado Israel a imposibilitar el desarrollo económico en Gaza y Cisjordania, por qué le ha negado el acceso a los recursos hídricos, por qué ha convertido ese territorio en un verdadero campo de concentración? Porque Israel sólo puede sobrevivir mientras el peligro que significa su enemigo le permita seguir ejerciendo esa opresión sobre él. La prosperidad y la paz permitirían que la verdadera arma, el único peligro real, acabara con el estado de Israel: la demografía.

Mientras tanto siguen los simulacros de intentos de solución. La Unión Europea saca a pasear su hipócrita buena voluntad de burgués caritativo, los Estados Unidos mantienen su clientelismo con las verdaderas fuerzas que los rigen y los países musulmanes utilizan la causa palestina de mezquina coartada a sus obsoletos regímenes. Tras ellos, los países, dicen que están los pueblos: el pueblo israelí, el pueblo palestino, el pueblo americano…Mentiras.

Mentiras que nos contamos cada día, orgullosos de ser europeos y demócratas. Mentiras que nos cuentan cada día para que les miremos hacer y deshacer desde la esquina, ocupados en vivir mientras otros, los nuestros, se ocupan en no dejar vivir. La gran matanza estaba preparada con la aquiescencia de la gran manzana: tres semanas de tiempo para ahondar la herida de la tierra Palestina, tres semanas para esquilmar la tierra prometida antes de que el Gran Prestidigitador envuelva las falacias en su nube de humo, para que Obama lo cubra todo con su manto de las nadas bien dichas. Me lo dijo mi amigo Leví Morteira, que es judío antiguo. Ahora vendrán nuevos planes y nuevos dineros para construir lo que luego se pueda destruir, para que siempre haya un enemigo que nos permita fingir que sufrimos lo que hacemos sufrir.

Pero, ¿qué es un pueblo?, ¿el que vota a los asesinos? ¿Se puede decir que no fueron responsables los alemanes por votar al nacionalsocialismo? ¿Se puede decir que no fuimos responsables los españoles de permitir que nos gobernara un régimen dictatorial y asesino durante casi medio siglo? ¿Se puede decir que los ciudadanos israelíes no son responsables de los asesinatos que comenten los gobiernos por ellos elegidos?

En aquella biblia contada a aquel niño que era yo siempre se hablaba del otro, de un peligro que venía de fuera y que había que abortar, siempre había sangre, venganza y miedo. Siempre existía un otro al que excluir y al que derrotar.

Y es que el poder necesita de su miedo, y el de los otros, para existir.


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